viernes, 21 de junio de 2013

Doña Malena

 Conocía a todo mundo y todo mundo la conocía a ella, bajita de estatura pero enorme de carácter, morena de piel pero blanca de corazón. Siempre dispuesta a ayudar a quien se lo solicitara, recuerdo la vez que encontró a una chica por el rumbo de Iztapalapa que suponía estar en Santa Fe a quien no sólo le indicó cómo llegar a su destino, ¡la llevó hasta allá!, días más tarde recibimos una llamada de una embajada de algún país de Sudamérica para agradecerle la atención, la chamaca aquella resultó hija de un diplomatico. En fin, así era mi madre.
Muy fácil de distinguir en la calle aun en la lejanía, siempre pero siempre iba escoltada por al menos tres perros que la acompañaban al "mandado" pues sabían que serian recompensados con las viandas que llevaba para repartirles por el camino. Otra manera de encontrarla era buscando a la "chacha", la gatita que teníamos por mascota, ella al igual que los perros falderos que escoltaban a mi madre, la seguía hasta donde su desconfianza natural de gato le permitía, que casi siempre era hasta la casa de mi abuela donde prefería no entrar y esperaba con paciencia, en el portón, a que terminara la visita para regresar juntas casa.
  
Siempre con los alimentos preparados a tiempo, en cazuelas que parecían ser de juguete de tan pequeñas que eran y sin embargo siempre alcanzaba para todos, hasta para los colados que con mucha frecuencia llevábamos mi hermano o yo; qué decir de su sazón!!!! no, no, no -hasta un méndigo huevo estrellado le sale rico- me dijo una vez una vecina, a mi madre le chocaban las recetas de cocina odiaba pedirlas o que se las pidieran pues decía que quien es buena cocinera no necesita medidas para preparar bien un platillo. Hasta el día de hoy, no he podido hacer la cochinita pibil como ella.

Sus estudios fueron pocos, en su momento era más importante empezar a ganar dinero que pensar en tener una carrera, supongo que por esa razón nunca fue exigente con eso de la escuela. Sin embargo era solidaria, pues consiente de que no podía ayudarme en la tareas, al menos me acompañaba mientras yo realizaba algún trabajo o estudiaba, sin importar que eso significara estar despierta toda la noche. A ella abracé primero que a nadie cuando me otorgaron mi titulo de licenciatura; a ella habría querido abrazar primero al salir de la iglesia vestida de novia o al saber que estaba embarazada. A ella quisiera decirle esto personalmente, pero no está y la echo de menos ah!!! cuánto lo echo de menos.

Mar Márquez

Ella conmigo en los brazos.

1 comentario: